Hace 10 años dio comienzo mi carrera como docente. Mi pasión por la enseñanza fue inspirada y motivada por parientes que dedicaron gran parte de su vida a tan encomiable profesión. Recuerdo con mucho cariño mi primera experiencia en educación preescolar la cual me hace recordar y reafirmar la importancia de la relación e interacción de los estudiantes con los educadores y el resto de la comunidad escolar.
10 años han pasado y luego de varias experiencias, como maestra y tutora, me enfrento al reto de comenzar a ejercer la profesión en el Departamento de Educación de Puerto Rico en medio de varios sucesos que han trastocado el sistema educativo, tanto público como privado. Es de conocimiento de todos que, a principios del año 2020, el sistema de educación se vio obligado a suspender las clases presenciales a consecuencia de los temblores generados área sur de nuestra isla.
Para ese entonces creíamos que la situación era temporal y todo volvería a la normalidad. No obstante, sin habernos recuperado de aquellos sucesos que impactaron vidas y estructuras, surge la pandemia por Covid 19 ocasionada por el virus SARS-CoV-2. A raíz de esto fue necesario implementar cambios apresurados para garantizar la educación de todos los niños y niñas de nuestra isla. Fue entonces cuando se comenzó a preparar a los educadores y personal administrativo para comenzar a impartir clases de manera virtual.
Desde entonces, en medio de ventajas y dificultades, he trabajado arduamente para que el proceso de enseñanza-aprendizaje se dé adecuadamente, atemperado a las condiciones actuales, teniendo siempre presente las necesidades y limitaciones de los estudiantes y su núcleo familiar. Al comienzo del semestre escolar hubo resistencia por parte de los padres y estudiantes. Desafortunadamente la comunidad escolar para la cual laboro tenía limitaciones por su ubicación, falta de acceso a la tecnología e internet lo cual imposibilitaba llegar a cada estudiante de la forma planificada. Muchos de ellos trabajaron en módulos.
Una vez entregados los equipos electrónicos y el incentivo para adquirir servicio de internet de forma gratuita, hubo mayor participación de los estudiantes en las clases virtuales. No sin antes darme a la tarea de adiestrar tanto a padres, madres y tutores como a estudiantes en el uso de las plataformas digitales, a medida que me iba adiestrando por igual; tiempo extra que no se paga. Este último grupo no ha recibido los adiestramientos para trabajar en las plataformas de educación virtual. Como mencioné, este adiestramiento ha caído en los hombros de los maestros y maestras. Fueron numerosos talleres y adiestramientos, necesarios para nuestra capacitación, pero, en consecuencia, limitaban mi tiempo para aprender las múltiples tareas de un educador dentro del Departamento de Educación y enfocarme en lo relevante, lograr anclar a mis estudiantes con su educación. En muchas ocasiones tenia que usar hasta tres dispositivos, un celular y dos computadoras, para poder cumplir con múltiples talleres a la misma hora. También, esto para poder cumplir con la comunicación con madres, padres y estudiantes; es difícil, abrumante y agotador.
El no ofrecer guías específicas sobre cómo educar a distancia, especialmente si cuando es la primera vez que se trabaja en esta modalidad, solo generarán frustraciones y estas se convierten en un obstáculo para la educación a distancia.
Aún con todo lo antes escrito, la mayoría de mis estudiantes han logrado adaptarse a las clases virtuales y esta nueva cotidianidad. La retroalimentación mutua ha sido clave para nutrir y crear una comunidad escolar virtual colaborativa. Como docente es importante alcanzar los objetivos de aprendizaje establecidos y optimizar mi desarrollo profesional. Continuaré dando la milla extra por el bienestar de mis estudiantes, aunque no sepa a ciencia cierta si lo que estoy haciendo es lo correcto…
“Enseñar es aprender dos veces.”
Joseph Joubert
Anónima,
Educadora del Departamento de Educación de Puerto Rico
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